A inicios de
los años 70, una joven estadounidense llamada Terry Lynn Karl llegó a Venezuela
para escribir un libro sobre la historia de la Organización de Países
Exportadores de Petróleo (OPEP). Eran los años del primer 'boom' petrolero y
claro, la palabra OPEP estaba asociada a la seductora idea de una rebelión de
los países pobres que habían decidido unirse para exigir de los países ricos e
industrializados un precio justo por su petróleo. Entonces su valor aumentó y
los dólares empezaron a caer como maná del cielo. El desarrollo, la riqueza y
la soberanía parecían cosa de pocos años más. Venezuela era la parada clave
para el libro. En Caracas vivía Juan Pablo Pérez Alonso, el brillante abogado
que concibió la OPEP considerado como su padre. Según el relato del dramaturgo
y escritor venezolano Ibsen Martínez, la chica le explicó a Pérez que quería
que él le contara de primera mano la historia de la OPEP. Pérez Alonso la
escuchó pero lo que le contestó no solo habría de sorprender a la joven Karl,
sino cambiar radicalmente el enfoque del estudio. "No estudies a la OPEP.
Es aburrido. Estudia sobre lo que el petróleo nos está haciendo", le dijo
Pérez Alonso.
Cuando se despedían, el venezolano le lanzó una profecía que, en
la actualidad, aparece como una sentencia contundente para su país: "Diez
años más adelante o en 20 verás cómo el petróleo nos habrá llevado a la
ruina", le dijo el hombre que, paradójicamente, ha pasado a la posteridad
por haber acuñado la frase "hundiéndonos en el excremento del
demonio". Este encuentro terminaría en un libro que se ha convertido en
una de las obras emblemáticas de toda una corriente de politólogos y
economistas. La razón: sostiene que el petróleo, más que una bendición, como se
pensaba en los 70, es una maldición para los países que lo producen y exportan.
En efecto, el libro 'La paradoja de la abundancia: booms petroleros y estados
petroleros', sostiene que los Estados cuya mayor fuente de riqueza es el crudo,
terminan prisioneros de un círculo vicioso de corrupción, ineficiencia y
autoritarismo. Dentro de esta corriente también figuran académicos como los
economistas Jeffrey Sachs y Andrew Warner, quienes en 1989 hicieron un estudio
examinando a 97 países en un período de 19 años. El estudio encontró que los
Estados que más dependían de estas exportaciones tuvieron un crecimiento mucho
más débil entre 1971 y 1989, que el resto de países cuyas economías dependían
del comercio, la industria y el talento humano. ¿Cómo explicar que hayan
terminado de forma tan distinta las economías de la petrolera Venezuela y de
Corea del Sur, que no tiene recursos naturales? Karl, convertida ahora en una
de las académicas más respetadas en los Estados Unidos, dice en su libro que la
sobre dependencia en las exportaciones de petróleo está asociado con
instituciones públicas débiles, que generalmente no tienen la capacidad de
manejar los desafíos que presenta el tipo de desarrollo que produce el crudo.
Aunque la tesis de Karl ha tenido muchos críticos, varios de ellos de gran
prestigio, la descripción que hace de los Estados petroleros parece repetirse
en varios lugares. Como las instituciones son débiles, el influjo de rentas
petroleras tiende a producir un Estado rentista. Es decir, fomenta un
comportamiento "parasitario", donde todos quieren vivir de lo que
produce el Estado y no del trabajo privado. En esto coincide el analista y
articulista ecuatoriano, Gonzalo Maldonado, quien observa que en estos Estados,
instituciones como los parlamentos -ideados como contrapeso del Ejecutivo-
pasan a ser casi inexistentes. La división entre lo público y lo privado
prácticamente también se borra y la búsqueda de la renta del Estado se
convierte en la única estrategia para la creación de riqueza de estas
sociedades. De ahí que sus gobernantes tienden a eternizarse en el poder, a
partir de la distribución de los ingresos petroleros en su beneficio o de sus
partidarios. Generalmente lo hacen a través de subsidios, y proteccionismo, con
la creación de puestos burocráticos acompañados por un exceso de gasto público.
Los Estados petroleros, además, tienen una tendencia crónica a hacerse muy
grandes y así promueven la cultura "parasitaria" en su población. La
democracia es otra víctima de esta dinámica rentista, según la publicación de
Karl. Los gobernantes autocráticos usan los "petrodólares" para
mantenerse en el poder, para evitar el aparecimiento de grupos políticos
opositores y crear amplios aparatos militares y represivos. Por eso, esos
regímenes se aferran tanto al poder. Los altos niveles de corrupción estatales
-agrega la analista- ayudan a que se distorsionen las alternativas de políticas
públicas. Por ejemplo, los políticos en países exportadores de petróleo tienden
a construir megaproyectos con inversión de fondos de carácter estatal, en donde
las ganancias por sobreprecios y corrupción son menos visibles y la recolección
de sobornos mucho más fácil. Así, los proyectos productivos de largo plazo son
menos atractivos y el crecimiento menor.
El perfil del estado petrolero,
según Karl
Los estados petroleros tienden a ser
sustancialmente menos democráticos que otros países que tienen condiciones
similares.
La
existencia de grandes cantidades de recursos terminan creando gobiernos
hiperpresidenciales, que gracias a los recursos que tienen compran el silencio
de sus opositores o ganan adeptos a través de subsidios y bonos enfocados para
determinados sectores.
Cada nuevo
descubrimiento de yacimientos petroleros o en cada aumento sustancial del
precio del crudo va acompañada del crecimiento del sector público. Se crean
organismos ineficientes.
La falta de
un sentido de escasez termina generando un manejo ineficiente de los recursos.
La sociedad
deja de fiscalizar a los gobiernos por la forma en que gastan el dinero
público, ya que existe la sensación colectiva de permanente abundancia para el
país.
En muchos
casos, los gobiernos de estados petroleros no imponen impuestos o los que
imponen son muy bajos porque tienen exceso de recursos.
Esto provoca
un fenómeno de falta de representación política en los gobiernos. Los
gobernantes no sienten que responden por los recursos de los ciudadanos.
Una vez en
el poder, los gobiernos ricos en petróleo se aferran a él. Como el gobierno es
un botín rentable, los grupos que los ocupan no quieren dejarlo, ya que se
quedarían sin esa riqueza.
Estadísticamente
es menos probable que un país petrolero autoritario haga la transición a la
democracia a que lo haga un gobierno pobre. Estos vicios de los estados
petroleros son más evidentes cuando la propiedad de los recursos naturales es
del Estado.
El inmenso
flujo de divisas crea una distorsión cambiaria, lo que termina casi siempre en
modelos donde se importan casi todos los productos en desmedro de la producción
local.
Terry Karl
pone como excepción de este fenómeno a los países con excedentes financieros
como los Emiratos Árabes. El resto siempre termina endeudándose de forma
exagerada,dice.
Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: http://www.elcomercio.ec/politica/petroleo-TerryLynnKarl-Venezuela-IbsenMartinez-corrupcion-OPEP_0_980302043.html. Si está pensando en hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. ElComercio.com
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A inicios de los años
70, una joven estadounidense llamada Terry Lynn Karl llegó a Venezuela
para escribir un libro sobre la historia de la Organización de Países
Exportadores de Petróleo (OPEP).
Eran los años del primer 'boom' petrolero y claro, la palabra OPEP
estaba asociada a la seductora idea de una rebelión de los países pobres
que habían decidido unirse para exigir de los países ricos e
industrializados un precio justo por su petróleo. Entonces su valor
aumentó y los dólares empezaron a caer como maná del cielo. El
desarrollo, la riqueza y la soberanía parecían cosa de pocos años más.
Venezuela era la parada clave para el libro. En Caracas vivía Juan Pablo
Pérez Alonso, el brillante abogado que concibió la OPEP considerado
como su padre.
Según el relato del dramaturgo y escritor venezolano Ibsen Martínez, la
chica le explicó a Pérez que quería que él le contara de primera mano la
historia de la OPEP.
Pérez Alonso la escuchó pero lo que le contestó no solo habría de
sorprender a la joven Karl, sino cambiar radicalmente el enfoque del
estudio. "No estudies a la OPEP. Es aburrido. Estudia sobre lo que el
petróleo nos está haciendo", le dijo Pérez Alonso.
Cuando se despedían, el venezolano le lanzó una profecía que, en la
actualidad, aparece como una sentencia contundente para su país: "Diez
años más adelante o en 20 verás cómo el petróleo nos habrá llevado a la
ruina", le dijo el hombre que, paradójicamente, ha pasado a la
posteridad por haber acuñado la frase "hundiéndonos en el excremento del
demonio".
Este encuentro terminaría en un libro que se ha convertido en una de las
obras emblemáticas de toda una corriente de politólogos y economistas.
La razón: sostiene que el petróleo, más que una bendición, como se
pensaba en los 70, es una maldición para los países que lo producen y
exportan.
En efecto, el libro 'La paradoja de la abundancia: booms petroleros y
estados petroleros', sostiene que los Estados cuya mayor fuente de
riqueza es el crudo, terminan prisioneros de un círculo vicioso de
corrupción, ineficiencia y autoritarismo.
Dentro de esta corriente también figuran académicos como los economistas
Jeffrey Sachs y Andrew Warner, quienes en 1989 hicieron un estudio
examinando a 97 países en un período de 19 años. El estudio encontró que
los Estados que más dependían de estas exportaciones tuvieron un
crecimiento mucho más débil entre 1971 y 1989, que el resto de países
cuyas economías dependían del comercio, la industria y el talento
humano.
¿Cómo explicar que hayan terminado de forma tan distinta las economías
de la petrolera Venezuela y de Corea del Sur, que no tiene recursos
naturales? Karl, convertida ahora en una de las académicas más
respetadas en los Estados Unidos, dice en su libro que la sobre
dependencia en las exportaciones de petróleo está asociado con
instituciones públicas débiles, que generalmente no tienen la capacidad
de manejar los desafíos que presenta el tipo de desarrollo que produce
el crudo.
Aunque la tesis de Karl ha tenido muchos críticos, varios de ellos de
gran prestigio, la descripción que hace de los Estados petroleros parece
repetirse en varios lugares.
Como las instituciones son débiles, el influjo de rentas petroleras
tiende a producir un Estado rentista. Es decir, fomenta un
comportamiento "parasitario", donde todos quieren vivir de lo que
produce el Estado y no del trabajo privado.
En esto coincide el analista y articulista ecuatoriano, Gonzalo
Maldonado, quien observa que en estos Estados, instituciones como los
parlamentos -ideados como contrapeso del Ejecutivo- pasan a ser casi
inexistentes.
La división entre lo público y lo privado prácticamente también se borra
y la búsqueda de la renta del Estado se convierte en la única
estrategia para la creación de riqueza de estas sociedades.
De ahí que sus gobernantes tienden a eternizarse en el poder, a partir
de la distribución de los ingresos petroleros en su beneficio o de sus
partidarios.
Generalmente lo hacen a través de subsidios, y proteccionismo, con la
creación de puestos burocráticos acompañados por un exceso de gasto
público. Los Estados petroleros, además, tienen una tendencia crónica a
hacerse muy grandes y así promueven la cultura "parasitaria" en su
población.
La democracia es otra víctima de esta dinámica rentista, según la
publicación de Karl. Los gobernantes autocráticos usan los
"petrodólares" para mantenerse en el poder, para evitar el aparecimiento
de grupos políticos opositores y crear amplios aparatos militares y
represivos. Por eso, esos regímenes se aferran tanto al poder.
Los altos niveles de corrupción estatales -agrega la analista- ayudan a
que se distorsionen las alternativas de políticas públicas.
Por ejemplo, los políticos en países exportadores de petróleo tienden a
construir megaproyectos con inversión de fondos de carácter estatal, en
donde las ganancias por sobreprecios y corrupción son menos visibles y
la recolección de sobornos mucho más fácil. Así, los proyectos
productivos de largo plazo son menos atractivos y el crecimiento menor.
El perfil del estado petrolero, según Karl
Los estados petroleros tienden a ser sustancialmente menos
democráticos que otros países que tienen condiciones similares.
La existencia de grandes cantidades de recursos terminan creando
gobiernos hiperpresidenciales, que gracias a los recursos que tienen
compran el silencio de sus opositores o ganan adeptos a través de
subsidios y bonos enfocados para determinados sectores.
Cada nuevo descubrimiento de yacimientos petroleros o en cada
aumento sustancial del precio del crudo va acompañada del crecimiento
del sector público. Se crean organismos ineficientes.
La falta de un sentido de escasez termina generando un manejo
ineficiente de los recursos. La sociedad deja de fiscalizar a los
gobiernos por la forma en que gastan el dinero público, ya que existe la
sensación colectiva de permanente abundancia para el país.
En muchos casos, los gobiernos de estados petroleros no imponen
impuestos o los que imponen son muy bajos porque tienen exceso de
recursos.
Esto provoca un fenómeno de falta de representación política en los
gobiernos. Los gobernantes no sienten que responden por los recursos de
los ciudadanos.
Una vez en el poder, los gobiernos ricos en petróleo se aferran a
él. Como el gobierno es un botín rentable, los grupos que los ocupan no
quieren dejarlo, ya que se quedarían sin esa riqueza.
Estadísticamente es menos probable que un país petrolero
autoritario haga la transición a la democracia a que lo haga un gobierno
pobre.
Estos vicios de los estados petroleros son más evidentes cuando la
propiedad de los recursos naturales es del Estado.
El inmenso flujo de divisas crea una distorsión cambiaria, lo que
termina casi siempre en modelos donde se importan casi todos los
productos en desmedro de la producción local.
Terry Karl pone como excepción de este fenómeno a los países con
excedentes financieros como los Emiratos Árabes. El resto siempre
termina endeudándose de forma exagerada, dice.
Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: http://www.elcomercio.ec/politica/petroleo-TerryLynnKarl-Venezuela-IbsenMartinez-corrupcion-OPEP_0_980302043.html. Si está pensando en hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. ElComercio.com
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A inicios de los años
70, una joven estadounidense llamada Terry Lynn Karl llegó a Venezuela
para escribir un libro sobre la historia de la Organización de Países
Exportadores de Petróleo (OPEP).
Eran los años del primer 'boom' petrolero y claro, la palabra OPEP
estaba asociada a la seductora idea de una rebelión de los países pobres
que habían decidido unirse para exigir de los países ricos e
industrializados un precio justo por su petróleo. Entonces su valor
aumentó y los dólares empezaron a caer como maná del cielo. El
desarrollo, la riqueza y la soberanía parecían cosa de pocos años más.
Venezuela era la parada clave para el libro. En Caracas vivía Juan Pablo
Pérez Alonso, el brillante abogado que concibió la OPEP considerado
como su padre.
Según el relato del dramaturgo y escritor venezolano Ibsen Martínez, la
chica le explicó a Pérez que quería que él le contara de primera mano la
historia de la OPEP.
Pérez Alonso la escuchó pero lo que le contestó no solo habría de
sorprender a la joven Karl, sino cambiar radicalmente el enfoque del
estudio. "No estudies a la OPEP. Es aburrido. Estudia sobre lo que el
petróleo nos está haciendo", le dijo Pérez Alonso.
Cuando se despedían, el venezolano le lanzó una profecía que, en la
actualidad, aparece como una sentencia contundente para su país: "Diez
años más adelante o en 20 verás cómo el petróleo nos habrá llevado a la
ruina", le dijo el hombre que, paradójicamente, ha pasado a la
posteridad por haber acuñado la frase "hundiéndonos en el excremento del
demonio".
Este encuentro terminaría en un libro que se ha convertido en una de las
obras emblemáticas de toda una corriente de politólogos y economistas.
La razón: sostiene que el petróleo, más que una bendición, como se
pensaba en los 70, es una maldición para los países que lo producen y
exportan.
En efecto, el libro 'La paradoja de la abundancia: booms petroleros y
estados petroleros', sostiene que los Estados cuya mayor fuente de
riqueza es el crudo, terminan prisioneros de un círculo vicioso de
corrupción, ineficiencia y autoritarismo.
Dentro de esta corriente también figuran académicos como los economistas
Jeffrey Sachs y Andrew Warner, quienes en 1989 hicieron un estudio
examinando a 97 países en un período de 19 años. El estudio encontró que
los Estados que más dependían de estas exportaciones tuvieron un
crecimiento mucho más débil entre 1971 y 1989, que el resto de países
cuyas economías dependían del comercio, la industria y el talento
humano.
¿Cómo explicar que hayan terminado de forma tan distinta las economías
de la petrolera Venezuela y de Corea del Sur, que no tiene recursos
naturales? Karl, convertida ahora en una de las académicas más
respetadas en los Estados Unidos, dice en su libro que la sobre
dependencia en las exportaciones de petróleo está asociado con
instituciones públicas débiles, que generalmente no tienen la capacidad
de manejar los desafíos que presenta el tipo de desarrollo que produce
el crudo.
Aunque la tesis de Karl ha tenido muchos críticos, varios de ellos de
gran prestigio, la descripción que hace de los Estados petroleros parece
repetirse en varios lugares.
Como las instituciones son débiles, el influjo de rentas petroleras
tiende a producir un Estado rentista. Es decir, fomenta un
comportamiento "parasitario", donde todos quieren vivir de lo que
produce el Estado y no del trabajo privado.
En esto coincide el analista y articulista ecuatoriano, Gonzalo
Maldonado, quien observa que en estos Estados, instituciones como los
parlamentos -ideados como contrapeso del Ejecutivo- pasan a ser casi
inexistentes.
La división entre lo público y lo privado prácticamente también se borra
y la búsqueda de la renta del Estado se convierte en la única
estrategia para la creación de riqueza de estas sociedades.
De ahí que sus gobernantes tienden a eternizarse en el poder, a partir
de la distribución de los ingresos petroleros en su beneficio o de sus
partidarios.
Generalmente lo hacen a través de subsidios, y proteccionismo, con la
creación de puestos burocráticos acompañados por un exceso de gasto
público. Los Estados petroleros, además, tienen una tendencia crónica a
hacerse muy grandes y así promueven la cultura "parasitaria" en su
población.
La democracia es otra víctima de esta dinámica rentista, según la
publicación de Karl. Los gobernantes autocráticos usan los
"petrodólares" para mantenerse en el poder, para evitar el aparecimiento
de grupos políticos opositores y crear amplios aparatos militares y
represivos. Por eso, esos regímenes se aferran tanto al poder.
Los altos niveles de corrupción estatales -agrega la analista- ayudan a
que se distorsionen las alternativas de políticas públicas.
Por ejemplo, los políticos en países exportadores de petróleo tienden a
construir megaproyectos con inversión de fondos de carácter estatal, en
donde las ganancias por sobreprecios y corrupción son menos visibles y
la recolección de sobornos mucho más fácil. Así, los proyectos
productivos de largo plazo son menos atractivos y el crecimiento menor.
El perfil del estado petrolero, según Karl
Los estados petroleros tienden a ser sustancialmente menos
democráticos que otros países que tienen condiciones similares.
La existencia de grandes cantidades de recursos terminan creando
gobiernos hiperpresidenciales, que gracias a los recursos que tienen
compran el silencio de sus opositores o ganan adeptos a través de
subsidios y bonos enfocados para determinados sectores.
Cada nuevo descubrimiento de yacimientos petroleros o en cada
aumento sustancial del precio del crudo va acompañada del crecimiento
del sector público. Se crean organismos ineficientes.
La falta de un sentido de escasez termina generando un manejo
ineficiente de los recursos. La sociedad deja de fiscalizar a los
gobiernos por la forma en que gastan el dinero público, ya que existe la
sensación colectiva de permanente abundancia para el país.
En muchos casos, los gobiernos de estados petroleros no imponen
impuestos o los que imponen son muy bajos porque tienen exceso de
recursos.
Esto provoca un fenómeno de falta de representación política en los
gobiernos. Los gobernantes no sienten que responden por los recursos de
los ciudadanos.
Una vez en el poder, los gobiernos ricos en petróleo se aferran a
él. Como el gobierno es un botín rentable, los grupos que los ocupan no
quieren dejarlo, ya que se quedarían sin esa riqueza.
Estadísticamente es menos probable que un país petrolero
autoritario haga la transición a la democracia a que lo haga un gobierno
pobre.
Estos vicios de los estados petroleros son más evidentes cuando la
propiedad de los recursos naturales es del Estado.
El inmenso flujo de divisas crea una distorsión cambiaria, lo que
termina casi siempre en modelos donde se importan casi todos los
productos en desmedro de la producción local.
Terry Karl pone como excepción de este fenómeno a los países con
excedentes financieros como los Emiratos Árabes. El resto siempre
termina endeudándose de forma exagerada, dice.
Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: http://www.elcomercio.ec/politica/petroleo-TerryLynnKarl-Venezuela-IbsenMartinez-corrupcion-OPEP_0_980302043.html. Si está pensando en hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. ElComercio.com
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